CDMX.- Juliana Vanscoit, quien trabajó como asistente en la presentación de «Los pescadores de perlas» en el Palacio de Bellas Artes en 2002, regresa ahora como encargada de montar una nueva producción de esta ópera que, en su opinión, se acerca más a los deseos del compositor George Bizet.
Vanscoit comenta que su equipo ha realizado un análisis exhaustivo de la obra del autor y ha descubierto que, más allá del amor que se destaca en esta ópera de tres actos, aborda temas de actualidad como fundamentalismos religiosos y políticos, libertades y derechos humanos, así como los linchamientos.
«No solo estamos hablando del amor fraternal, sino también de las promesas y del carácter de la naturaleza humana ante el miedo a las reacciones del fundamentalismo en estas sociedades, con reglas estrictas que no permiten tener libertades, como el amor, uno de los sentimientos más puros y humanos», expone.
Este montaje marca el debut de Juliana Vanscoit en Bellas Artes y contará con cuatro funciones los próximos 25, 28 y 30 de mayo, y el 1 de junio.
La obra aborda el dilema entre los personajes de Nadir (Jesús León) y Zurga (Tomás Castellanos), así como la sacerdotisa Leïla (Leonor Bonilla) y la sombra del fanatismo religioso encarnado en Nourabad (Ricardo Ceballos).
Respecto a la puesta en escena junto a Pietrosanti, Vanscoit destaca que se basa en una investigación sobre los pescadores en diferentes partes del mundo. «La ambientación se sitúa en el mar, con montañas y colinas, tal como lo establece el libreto. Estamos hablando de un mundo de pescadores y reflejamos precisamente ese mundo. Descubrimos que muchos de sus rituales, tradiciones y mentalidades no han cambiado en 500 o 200 años, ya sea en Italia, Oriente, Escandinavia o México. Decidimos unir estos elementos», añade.
En cuanto al exotismo de «Los pescadores de perlas», ambientada originalmente en Ceylán (Sri Lanka), la directora sostiene que más que algo exótico, se trata de patrones humanos que siguen siendo visibles en la actualidad. Aunque en su estreno en París en 1863 la obra fue rechazada por este motivo, actualmente es uno de sus rasgos distintivos.
«Sí, Bizet pensaba en algo exótico. Pero cuando se realiza un análisis más profundo, nos encontramos con patrones humanos. Podemos verlo en Irán, donde las mujeres que se quitan el velo siguen siendo castigadas por luchar por sus libertades. No se trata de posturas radicalizadas, sino de cuestiones muy arraigadas a la libertad humana. Eso nos interesó mucho y lo reflejamos en la puesta en escena», sostiene Vanscoit.